domingo, 22 de agosto de 2010

El Rata...

-"Mira, coge el teléfono, dale"
-"Yo no estoy esperando llamada, cógelo tú"
-"Mano estás cabrón acaba y levántate del jodio sofá ese, no ves que le estoy dando leche al nene. A la verdad que tú no sirves pa'ná. Estás arrrebatao to el puto día, y de paso, te conformas con hacer alguna chiripa por ahí, que sólo te da pa comprar pasto. Maldito sea el día en que me fijé en ti por lindo. Maldito sea el día en que creí tus palabras, tus mentiras...Por pendeja, por ignorante porque me dejé preñar y ahora haces menos, eres un mueble. Tú no sirves, cabrón. Tú, tú eres un..."

Esa tortura que te va destruyendo poco a poco. Ese enojo constante. Esa ira contenida que se desencadena a la menor provocación. Ese interminable círculo al cual llamamos costumbre. Ese sabor amargo que nos quema por dentro pero que no queremos dejar de sentir pues nos hace sentir vivos.

Así transcurrían los días de Betzaida, entre enojos, peleas y decepciones. Se había enamorado de Nelson, un hombre mucho mayor que ella, experto en la seducción y en vivir del cuento. No se sabía de dónde había venido pero desde que llegó al Residencial lo apodaron como Bambi. Comentaban que venía huyendo desde algún lugar. Nadie sabía quién era, era misterioso, sigiloso pero con una cara tan dulce, con un gesto tan inocente y con una suavidad tan infantil, que por eso le llamaban Bambi.

Todo había comenzado algunos años atrás, cuando, Betzaida, aún era más joven e inexperta. Una mañana, acompañó a su vecina Mini al colmado y mientras caminaban por la acera, pavoneándose, para que los del punto las miraran, para que los viejos de la esquina comentaran lo que les harían a las dos muchachitas, se tropezaron con Bambi. Allí, entre aquellos tipos estaba Nelson: "¡Qué lindo!", le dijo Betzaida a Mini y Mini le contestó: "¿No lo habías visto? Está viviendo en casa de Doña María, dicen que le rentó un cuarto hace como dos meses. Nadie sabe de dónde vino y no tiene familia aquí. Dicen que viene huyendo pero a la verdad que nadie sabe. Claro que está bien rico. Es un viejito, pero está buenísimo". "Ajá" dijo Betzaida mientras le pasaban por el lado y él también la miraba. Mini continuó: "A la verdad que ya tú no sabes na de aquí, entre tu escuela y el trabajo te has desconectao de todo. ¡Porque mira que de ese tipo sí que dicen cosas! Bueno, aunque ya sabes, como aquí to el mundo sabe sin saber y también se inventan cuentos y como el Papi chulo está rico pues me imagino que ya lo están desprestigiando..." Betzaida rió y no comentó nada, había quedado deslumbrada, enceguecida ante la belleza de aquel hombre. "'By the way', se llama Nelson y le dicen Bambi por su cara de animalito indefenso...¡Ah! y creo que le gustaste". "¿Tú crees?", dijo Betzaida después de volver en sí: "¿Te imaginas?, ¡wow!" Ambas rieron y siguieron su camino.

Bambi escogió su víctima de inmediato. Preguntó quién era la muchacha de los pantalones a la cadera y la gorrita, preguntó dónde vivía. Fue discreto para no levantar suspicacia de los otros tipos, pues llevaba poco tiempo allí y tenía que ser cauteloso, como siempre. Su cara linda le servía de máscara, su sutileza y humildad reforzaban su imagen de buen tipo. Nelson pensaba que cuando se es atractivo y a la vez pareces buen tipo, la gente, inevitablemente confía en ti. De manera que esa era la imagen que le gustaba presentar, esa era su mejor careta, la que utilizaba hasta establecer su territorio y comenzar a destruir vidas ajenas.

 Se atravesó en el camino de Betzaida, una muchachita en sus veintitantos, recién graduada de Universidad, con grandes aspiraciones y muy talentosa. Betzaida quería salir del Caserío y llevarse a su familia a otro lugar. Trabajaba en las tardes y noches en un hotel de la Ciudad, ayudaba a su familia y nunca se quejaba.

A los pocos días de aquel encuentro, Bambi encontró la manera de conocer a Betzaida. La observó con cuidado y se le apareció mientras salía del Residencial; "¡Hola! Mi nombre es Nelson, ¿me dejas acompañarte?" Le preguntó su nombre, le dijo que tenía mucho interés en conocerla y caminó junto a ella hasta la parada del autobús. No la dejó ir sin antes lograr tener su número telefónico. La llamó ese mismo día y de ahí en adelante todos los días, sin falta. Cuando Betzaida tenía tiempo, charlaban y se encontraban por el patio del Residencial. Él le contaba la historia de su vida, según la había construido para justificar su inestabilidad. Le habló sobre sus padres, hermanos, sobre sus aventuras, sobre sus viajes y le explicó de manera un poco accidentada la forma como llegó hasta el Residencial. Le dijo que conocía a una hija de Doña María, Glenda y que ella le había pedido a su madre que le alquilara un cuartito, mientras buscaba trabajo y se estabilizaba. Le contó que ya estaba trabajando en una construcción, aunque por el momento estaba detenida, y que con lo que ganaba, pagaba el cuartito y compraba comida: "también compro algo de pasto, ya sabes, me gusta fumar para relajarme, me gusta estar 'chillin', 'relax'. Ese es el único vicio que yo tengo", le dijo sonreído.

En el Caserío el chisme no se hizo esperar: "Parece que Nelson y Betzaida están en algo...", decían sin decir. Las mujeres entre contentas y envidiosas le celebraban a Betzaida haberse llevado el premio gordo de allí, el recién llegado, el hombre guapo con cara de ángel. Algunas decían: "¿Sabrá Dios de dónde vendrá y lo que habrá hecho? ". Otras añadían: "Muchacha que se joda, con lo bueno que está me lo llevo pa casa y lo mantengo, con tal de que me chiche to los días". Por otro lado, los hombres; los del punto, los de la esquina, los que se la pasaban en la cantina, los que trabajaban en mantenimiento, todos lo observaban, lo veían ganarse la confianza, despacito, sin hacer bulla ni ruido, sigiloso. Ninguno comentaba nada, en corto tiempo lo aceptaron en la comunidad y ya no lo miraron con desconfianza.

Se comentaba por allí, que desde que Nelson llegó al Caserío se conectó con Leticia, una mujer de su edad, una señora que vivía allí desde hacía corto tiempo pero que todos apreciaban mucho por su simpatía y educación. Leticia era maestra de Escuela Elemental, nunca estaba por allí, venia de trabajar en las tardes y se encerraba en su apartamento. Algunos días de la semana, hacía trabajo voluntario para la comunidad y algunas otras, bajaba a la cantina de Cuso para darse unos traguitos y escuchar las canciones de La Lupe. Se quedaba allí un rato y luego volvía a encerrarse. Pero desde que llegó Nelson se le veía merodeando por el edificio donde ella vivía y lo veían entrar a su apartamento pero no lo veían salir. Sin embargo, nadie le dijo nada a Betzaida, ni siquiera Pupe, el hermano de Mini. Pupe, se había convertido en el acompañante esporádico de Nelson, porque en el Caserío nadie es amigo de nadie: "Yo no sé na, allá ellos que se entiendan, que breguen. Bambi es mi pana y yo no le voy a decir na a mi hermana. Después se forma un bochinche y yo salgo cagao, ¡nah!", decía el hermano de Mini cuando le preguntaban si le había dicho algo a Betzaida sobre Leticia.

A Grecia le contaron lo que decía Pupe en el punto: "Por eso es que los hombres siempre van a tener el control, porque son solidarios. Esa fidelidad que se tienen, ese código de guardar silencio, es el que mantiene al género masculino en su supremacía. Por el contrario, las mujeres somos enemigas unas de otras, nos sacamos los ojos, hablamos de nuestras amigas hundimos a las que no y cuando nos ponen los cuernos culpamos a la mujer, en lugar de hacer responsables al tipo con el que nos acostamos. Estamos bien jodías, tenemos que aprender de los hombres eso de la solidaridad", dijo en voz alta en la cantina, aprovechando que curiosamente esa tarde, había allí más mujeres que hombres. Nadie le hizo caso, todas siguieron en lo suyo.

Poco tiempo después, ya Betzaida y Bambi eran pareja, se les veía siempre juntos; en el colmado, en el parque, se veían felices: "Parece que se enamoró de la muchachita" comentaban las vecinas. "Ojalá que no le haga un muchacho, porque el tipo será bueno con ella pero como que no le gusta trabajar mucho, además que yo lo he visto metiéndosele al apartamento a la señora que no se junta con nadie pero que es buena gente, ¿Cómo es que se llama?" decía Matilde, la vecina de enfrente de Doña María. "Bambi-Chulin-Rico-Príncipe de mi corazón" dijo La Cana, riendo. "Mija no, él no, la señora", añadió Matilde. "Leticia, se llama Leticia", contestó La Cana, desternillada de la risa. Al grupo se les unió Grecia, la esposa de Cuso el de la cantina: "Esta pendejá de los cuernos es cultural, así que tenemos que aprender a bregar con esto, como si viniera con el equipo. Es como cuando te compras un carro, todos son para lo mismo pero varían en los modelos y los tamaños; unos son para llevar carga pesada, como los camiones, otros para divertirse, como las motoras pero todos sirven para lo mismo y hacen lo mismo. Con los hombres es la misma historia, algunos son buenos otros son malos, lindos, feos, trabajadores, vagos y todos pegan cuernos, TO-DOS. Por ejemplo; Modelo masculino del '66, delgado, blanco, 5'9"de estatura, 7 ó 7.5" de pinga (tamaño promedio), simpático, buena gente, inseguro y pega cuernos. Cualquiera de los modelos varía en color, textura, sabor, millaje y tamaño de la cosa, pero a fin de cuentas todos son lo mismo. Así que, quizás debemos resignarnos con esto de los cuernos y encontrar otras cualidades que los complementen. ¿Qué les parece?". Todas rieron hasta la saciedad siendo Nelson el tema de conversación.

Grecia y Cuso vivían en el Caserío desde hacía quince años. Habían pastoreado una Iglesia Protestante hasta que los expulsaron por robarle a los feligreses. Lo perdieron todo. Así llegaron al Caserío y encontraron en la cantina un espacio donde utilizar sus destrezas del lenguaje y discursivas y a la vez, llevar una vida mundana. A la gente de allí les gustaba escucharlos, porque decían cosas inteligentes. A Grecia le encantaba leer y tomaba talleres para mejorar su auto-estima: "En este lugar se pierde todo, todo, pero uno se acostumbra. La gente aquí es buena pero el Sistema te corrompe...", decía Grecia cuando le preguntaban por las cosas que pasaban en el Residencial.

En el Residencial pasaba de todo. Había una farmacia, una cantina y hasta un dispensario médico. Había mucha gente con ganas de ayudar, pero entre todos ellos se destacaba Cuso y Grecia, eran los líderes comunitarios. También se destacaban otras personas; Leticia, regalaba horas para hacer trabajo voluntario y enseñar a leer los envejecientes. Don Kike, organizaba actividades para los niños y niñas en edad preescolar y así sucesivamente, se mantenía la comunidad unida y en armonía.

Aunque Nelson había llegado hacía poco tiempo comenzó a destacarse por ser un buen samaritano. Ayudaba al que lo necesitara sin pedir nada a cambio. De manera que cuando hizo pública su relación con Betzaida, casi todo el mundo se alegró: "Si la trata bien que se quede con él, porque aquí, to son unos drogadictos, unos vagos y unos abusadores." Decía Margarita, la madre de Betzaida.

Como a los seis meses se desocupó un apartamento que los padres de Betzaida tenían bajo su custodia y allí se mudó Betzaida con Bambi. Un nidito de amor para ella y la belleza de hombre. Aún nadie se imaginaba que Bambi era un ángel expulsado del cielo. Betzaida ni se imaginaba dónde se estaba metiendo.

En el Caserío prevalece la ley del silencio. Todos ven lo que pasa pero nadie dice nada. Continuaban los rumores de que Bambi seguía visitando la señora que vivía en los edificios que daban para el área de la farmacia y de la cantina de Cuso. Era un Residencial gigantesco, un monstruo de cemento, un mundo aparte. Decían que seguía visitando a Leticia, la señora misteriosa, la que tenía pocos hombres pero que era guapota, la que se sentaba sola en la cantina para darse su traguito en las tardes y escuchar canciones de La Lupe, en la vellonera. Aquella mujer que se reía sola, que hablaba con todos pero que tampoco nadie conocía, y que últimamente, en las tardes, ya no se veía por la cancha o por la cantina, pero se le veía abriéndole la puerta a Bambi.

Una vecina de Leticia comentaba: "La pared de mi cuarto separa mi cuarto del de ella y a veces se escuchan chingando y parece que Bambi se la chinga bueno". Todas las demás vecinas, de por allí, reían y se imaginaban con envidia, a la Betzaida y la Leticia: "No discrimina el tipo se está clavando a la muchachita, a la doñita y me dijo Miguelito, que lo vio entrando en casa de Mirta, la bien caderúa que trabaja en el colmado, pero ahí yo no me meto. Allá ellos que se resuelvan. Ya sabía yo, 'too good to be true', a esos que tienen cara de pendejos bien administrá hay que cogerles miedo. Por eso yo me quedo con mi malote, que yo sé que me pone cuernos y que se la pasa jodiendo pero no me coge de pendeja...bueno, no me coge tanto de pendeja...porque los hombres siempre te cogen de pendeja, hijos de puta..."

En menos de un año Bambi cogió fama de buena cama, de que estaba bien dotado y que con eso pagaba el que lo mantuviecen, así, comenzaron a llamarle, El Bambi. Vivía de Betzaida, ella le compraba todo, le pagaba el teléfono celular y hasta le dejaba dinero para que saliera a comer si ella tenía trabajo en las tardes. Sus padres no se metían. En el Caserío nadie se mete en la vida de nadie. Pero allá abajo, por el punto, comentaban que si Betzaida tuviese un hermano que la defendiera, que si su padre no fuera un alcohólico empedernido, a lo mejor, El Bambi no estaría haciendo lo que hacía. Le ofrecieron trabajo en el punto y estuvo algunas semanas pero sabía que a Betzaida no le iba a gustar si se enteraba que estaba vendiendo drogas y además, los horarios confligían con los de Betzaida y según él, le gustaba pasar con ella el mayor tiempo posible. El trabajo de construcción le hacía callos en sus manos suaves, además, por su blancura angelical no podía coger sol, así que cada día trabajaba menos. Sin embargo, ayudaba al que se lo pedía y mantenía nítido el apartamentito en el que convivía con Betzaida: "Yo soy organizado desde siempre, pero el ejército me volvió aún más...", le decía a Betzaida cuando ella le halagaba por mantener su nidito recogido y limpio.

A Betzaida no le faltaban atenciones de su vago, no le faltaba cama. Le hacía el "amor" todo el tiempo; en las mañanas, en las tardes, cuando ella quisiera, cuando la veía triste, cuando la veía preocupada y le decía que la amaba. Acostarse con Betzaida era la única forma de pago que podía ofrecer a cambio de su inercia y de su incapacidad para poder ofrecer algo de sí. Se acostaba con ella para enamorarla, para mantenerla distraída, para que nunca sospechara que estaba con otras mujeres, para que no se cuestionara que se la estaba chupando, como un vampiro, poco a poco. Vivía con la gallina de los huevos de oro.

Por su parte, Betzaida estaba en el cielo, nadie así de guapo la había pretendido antes, y menos que se portara tan bien con ella y menos que se lo hiciera así de bueno, como El Bambi. Cuando hablaba con sus amigas lo justificaba y nunca se quejaba, lo adulaba: "Estoy en 'heaven' con el nene", como lo llamaba, aunque él era mucho mayor que ella: "¡Claro que es su nene!!, ella lo mantiene, lo calza y lo viste, como a un hijito...", comentaban sus amigas cuando ella no estaba, entre risas y sarcasmos: "¿Lo calzará?, con lo bueno que está..." 

A solo pasos de aquel nidito se desarrollaba otra película, también con El Bambi como protagonista pero con Leticia como contra parte femenina. Según contaban los vecinos cuando se reunían durante las tardes en la cantina de Cuso, allí pasaba algo que no entendían. Lo veían entrando a casa de Leticia con demasiada frecuencia, decían que entraba con descuido. Llegaba en la tarde y lo veían salir poco antes de que llegara Betzaida del trabajo. "Ese tipo es buena gente pero es muy descarao. Betzaida lo mantiene y el tipo se la pasa detrás de la doñita. Ojalá que Betzaida no se entere porque se le va acabar el guiso. Es un picaflor, pero parece que la doñita se lo clava rico. Ella se ve que es así callá, pero que le gusta la cosa...", decía Milton, el vecino de enfrente de Leticia. Entre cerveza y cerveza la conversación seguía progresando. Papo, el plomero oficial del Caserío, contó: "Mira mijo a esa doñita yo la he fajao mil veces, yo hasta le hice un trabajo de plomería en la casa, y yo con los colmillos afilaos y ella fue bien simpática pero na, y yo hasta pensé que era pata y mírala ahora, clavándose a El Bambi, El Dandi. Ese cabrón le hace honor a su nombre, es una mezcla de venadito indefenso y de todo un Dandi, pedazo de cabrón suertú..." Allí mismo, Cuso se desternillaba de la risa. Cuso, que lo veía y lo sabía todo, contaba que el tipo se le aparecía a veces allí en la cantina: "A veces ella está aquí, tranquila, oyéndose a su Lupe, cantando Teatro, y se le aparece El Bambi , en par de minutos se la lleva. En otras ocasiones los he visto hablando por el parque, a veces se le aparece por la calle. Parece que el cabrón la vela, y se le nota que le gusta, porque siempre la mira igual. Pero esa doñita no es pendeja, se ve que se la ha pasado mal y que no va a mantener a ningún bribón, por más guapo que sea. Esa señora no jode con nadie y se ve que ella no es de aquí, se ve que ella paró aquí porque la trajo hasta acá la vida y sabrá Dios que cosa que le haya pasao. El Bambi ese, la tiene dormía'..."

A El Bambi le encantaba Leticia y a Leticia le encantaba el vagoneta, pero ella no quería ni lavarle la ropa ni mantenerlo. Lo consideraba un buen hombre y se lo gozaba cuando le llegaba, sin hacer ruido y sin meterse con nadie, sin esperarlo, porque él siempre volvía por más. Y no importaba si se había cogido a Betzaida par de horas antes, tan pronto veía a Leticia se le alteraba el sistema, se le endurecía la cosa y ya no podía frenarse: "Esto me pasa solamente contigo", le decía. Leticia le creía sin decírselo y se preguntaba si un hombre podría mentir con tanta naturalidad. Se preguntaba cómo sería su relación con Betzaida, allá adentro de su apartamento: "Cuando vives una vida diferente a lo que eres, cuando has mentido tienes que ser sigiloso para que no te descubran", pensaba Leticia. Dudaba de él, de su sinceridad, pero le gustaban sus palabras y con el tiempo, también se fue enamorando.

Al cabo de los años, ya nadie comentaba lo de Leticia y El Bambi, se habían acostumbrado a aquél trío, cuarteto o lo que fuera aquél disparate. Todos sabían que era un vividor, que a Betzaida parecía no importarle y que Leticia se conformaba con ser la otra, entre otras. De la caderúa del colmado, nadie comentaba y últimamente lo habían visto merodeando a la hermanita de Jaime pero todos sabían que si se metía allí, le iban a volar la cabeza. Se retiro a tiempo. El Bambi no era, para nada, ingenuo.

A El Bambi nadie le advertía de nada, en su sigilo y silencio, parecía en control de todo, aunque no controlaba nada. Su vicio por las mujeres era más fuerte que él. Se disfrutaba el juego de la seducción, se disfrutaba ponerlas celosas, inseguras, hasta le gustaba crear suspicacia, que se pelearan entre ellas sin pelearse, defendiendo al premio mayor, Él. En ocasiones mientras caminaba con Betzaida hacia el colmado se tropezaba con Leticia y la miraba con lujuria, como cuando se la cogía y Betzaida se daba cuenta de que allí algo pasaba y miraba a la doñita con desconfianza y se enojaba con ella, como si ella fuera responsable de lo que hacía su Bambi, como si ella fuera culpable de gustarle a su vago. Casi nunca preguntaba nada y cuando lo hacía se conformaba con la excusa que le daba El Bambi. En una ocasión le preguntó por qué lo veían siempre por la farmacia y por la cantina y él le contestó: "Porque me la paso por ahí. ¿Qué, ahora me vas a poner un detective? Me avisas si te vas a poner así, que a mí no me gusta que duden de mí." Así controlaba la situación, le respondía, con coraje, con sarcasmo, como si ella lo estuviera ofendiendo y la hacía sentir culpable. Así ella se disculpaba y lo premiaba por haber dudado de él.

El tiempo seguía pasando y Betzaida seguía sospechando que algo pasaba con Leticia. En algunas ocasiones algunas de sus amigas le habían comentado que lo habían visto hablando con la doñita y un día, uno de los nenes del edificio le dijo: "Ayer vi a Nelson en el parque hablando con Leticia" pero se hacía la boba y no decía nada.

Curiosamente, cuando estaba con él y se encontraban con Leticia, ni se saludaban. Leticia se hacía la que no los veía. Un día, Betzaida le preguntó directamente a El Bambi por qué pasaba eso: "¿Por qué tú y esa señora nunca se saludan cuando yo estoy? A mí me han dicho que ustedes hablan. ¿Por qué ella me saluda si estoy sola pero cuando estoy contigo ni me mira?" y él le dijo: "Yo creo que le gusto a esa señora y por eso ella no nos saluda cuando la vemos. Ella es simpática y buena gente conmigo, a veces me habla en la cantina pero es verdad, cuando estoy contigo no saluda. Mama, no te preocupes, que yo con quien estoy es contigo, tú eres mi mujer y no hay más nadie, tú eres la que me lo mama rico y yo no necesito buscar nada afuera, te amo..." De esa forma convencía a Betzaida, le calmaba las sospechas por un tiempo.

Pero cuando una mujer sospecha se le activan los radares. Esa voz interior que te dice que algo sucede, que estés alerta. Betzaida estaba alerta pero estaba, aún más, enamorada y cuando te enamoras se te cruza la voz interior con el corazón y dejas de escuchar los gritos de alerta, dejas de ver las señales, los rótulos, los mensajes que se te aparecen en frente y es ahí cuando te diriges, inevitablemente, hacia el abismo más profundo.

De otro lado, Leticia se dio cuenta de que se había enamorado de El Bambi y decidió cortar con él. Cometió el error de decírselo: "Yo te quiero chico y no te estoy dejando ser feliz con Betzaida. Esa muchachita es buena y te quiere, no puedo seguir en el medio de tu relación con ella. Ten claro que me retiro para dejarte ser feliz con ella no porque quiera retirarme." Siempre le hablaba con mucha honestidad y con mucho amor.  Nelson se quedó callado, no intentó convencerla pero le dijo: "Está 'cool', aunque creo que estás pensando de más. Las cosas no son como tú piensas. Aquí no está pasando nada malo, yo no me voy a quitar..." Sus sencillas palabras convencieron a Leticia, rápido, como siempre. Ya había intentado alejarlo en otras ocasiones y él, volvía a convencerla.

Deshacerse de un manipulador experto es difícil, sobretodo si estás sola, sobretodo si te trata con ternura y te mira con amor. Leticia lloraba en silencio, no sabía cómo salir de aquella cosa sin sentido. La razón y la experiencia le decían que debía moverse y salir corriendo, pero cuando El Bambi se le aparecía por allí, no podía resistirse, le gustaba demasiado.

Betzaida seguía sospechando, algo dentro de ella le decía que entre esos dos algo pasaba. De las demás mujeres no sospechaba y Leticia tampoco. Un día se puso a organizar unos libros de la Universidad y se encontró con una tarjeta, dentro de la tarjeta una foto de Leticia, desnuda. La tarjeta decía, para que no me olvides... Comenzó a temblar, lo sabía, ahí estaba la prueba. Comenzó a llorar, se enloqueció, allí sola. Llamó a Mini y le contó lo que había encontrado y Mini le dijo: "Vete y confróntala, pa que no sea puta". Betzaida tenía que irse a trabajar y Nelson estaba desyerbando unos patios con Pupe. Lo llamó llorando y le dijo lo que había encontrado. Lo confrontó, le montó una pataleta y lo inquirió sobre la foto: "Entre ustedes pasa algo, porque si no fuera así, ella no te enviaba esta foto con esa dedicatoria".  Nelson se quedó impávido, la escuchó y le explicó, sin alterarse, que entre ellos nunca había pasado nada, que esa tarjeta, Leticia se la había dado hacía unos días porque ella quería acostarse con él pero que como él no le hacía caso, ella estaba tratando de seducirlo tirándose fotos desnuda: "¿Y por qué dice para que no me olvides? ¿Por qué la guardaste?" El Bambi hizo uso de toda su experiencia para salir de aquel enredo, mintió como sabía hacerlo y lo negó todo: "Escribió eso por joder, pa seducirme. Esa señora está sola y buscando macho, ya te dije que yo le gusto. Mama tú eres mi amor y yo te amo sólo a ti. Tú sabes que las mujeres están cabronas, cuando se obsesionan con los hombres. Además, creo que a Carlitos, el del punto, también le ha dado fotos de ella". Betzaida estaba indignada: "Yo voy a hablar con ella, esto es una falta de respeto".

El Bambi, estaba en aprietos y lo sabía, tenía que hacer algo pronto, antes de que la sangre llegara al río. Sabía que Leticia estaba enamorada de él y también, estaba convencido de que por estar tan enamorada no lo delataría, pues si lo delataba no volvería a estar con ella y ella no quería perderlo: "Tienes razón, es una falta de respeto pero déjame hablar con ella antes y decirle que no me envíe más fotos. Le voy a decir que me está trayendo problemas contigo y que yo nunca voy  a estar con ella, porque estoy enamorado de ti. ¿Te parece? Quédate tranquila mi amor, te veo en casa esta noche. Te amo" Colgó el teléfono y llamó a Leticia. Le contó lo que había pasado con la foto y que Betzaida estaba como una fiera. Leticia le preguntó qué le había dicho: "Nada, le dije que entre tú y yo nada ha pasado, que me dejara hablar contigo antes. Mira Leti, si me bota pues me jodí, ya soy un viejo. Si dejas de saber de mí por un tiempo es que, ya sabes, me botaron". Leticia lo escuchó en silencio y le dijo: "No dejes que hable conmigo" A lo que él contestó: "Pero, ¿por qué?". "Por que no tengo nada que hablar con ella" dijo Leticia secamente. Se despidieron y Leticia se quedó pensando en lo que había pasado. El tipo la había negado y ni siquiera la había protegido. Después de todo el tiempo que llevaban juntos, después de todas las cosas que le había dicho sobre lo que sentía por ella. Después de conocerse tan bien en la cama, después de tantos besos y caricias de amor. Se indignó poco a poco, se decepcionó aún más: "Nunca le he importado, que cabrón, que embustero..."

Betzaida llegó esa noche y Nelson la estaba esperando. Todavía estaba indignada y volvió a inquirirlo con los mismos argumentos. El Bambi, le explicó sobre su amor, sobre su entrega a esta relación, sobre su compromiso y se encargó de convencerla con sus lágrimas y promesas de amor. Cuando ya Betzaida se había debilitado y convencido, de que Leticia era un perra quita maridos, se entregó una vez más a su nene. El Bambi no perdió la oportunidad, la agarró y la besó con pasión: "A mi, la que me pone bellaco eres tú, mira como me pones, toca" Así empezaron de nuevo, convencida de que Leticia era una loca desesperada, que se le brindaba a los hombres y de que El Bambi estaba completa, total y absolutamente enamorado de ella. Se la cogió toda la noche, la acarició tiernamente, la abrazó y le dijo mil veces que la amaba. Al próximo día no se mencionó el asunto y salieron en la mañana a dar una vuelta por la Ciudad.

Era sábado y saliendo del Caserío, casualmente se encontraron con Leticia. Betzaida pensó que Leticia, cuando la viera, estaría avergonzada, pues había quedado como una loca a la que habían descubierto en su intento por robarle a su marido. Pensaba que Leticia bajaría la cabeza y los evitaría. Pero no fue así, Leticia se detuvo y la miró a la cara con soberbia y fue ella quien se confundió. Sin embargo, esa mañana Betzaida no quería pensar en eso, aún estaba extasiada con lo que había pasado la noche anterior: "Además, con quien él está es conmigo, a quien lleva de la mano es a mí y tú estás celosa, vieja pendeja" pensó, mientras le pasaban por el lado. Nelson, ni siquiera se volteó a mirarla. A cada instante, la indignación de Leticia aumentaba. No dejaba de pensar en la cobardía de aquel hombre. 

Al próximo día Leticia se fue en la tarde a la cantina de Cuso. No había nadie consumiendo, era temprano, sólo estaba Grecia, lavando unos vasos. Entró, pidió un trago y se sentó a escuchar a La Lupe. La cantina tenía un espejo largo detrás de las botellas, un espejo en el cual se reflejaba todo el lugar, un espejo que le daba amplitud a aquél minúsculo espacio. Vio su imagen reflejada y recordó todas las veces en que se encontró con la mirada de Nelson, parado detrás de ella, listo para seducirla, se entristeció aún más.

Estaba en la cantina sola, en silencio. Estaba indignada y mientras le daba un sorbo a su trago, se le pararon por detrás: "¡Hola!" Sin voltearse miró por el espejo, era Betzaida, pegadita detrás de ella, con soberbia, con el mentón levantado, en actitud de reto, a la defensiva. Sonrió y contestó: "¡Hola!" Bajó la vista al trago, no por miedo o vergüenza sino porque sabía que, era terrible lo que iba a suceder. Rogó porque alguien llegara. Volvió a levantar la vista frente a ella. Betzaida estaba nerviosa, se le notaba a través del espejo, Leticia también: "Deja de mandarle fotos a mi novio", dijo Betzaida. Leticia sonrió y se volvió de frente a ella, se quedó recostada de la banqueta, la miró fijamente a los ojos y con la tranquilidad que te da la vida, después de muchos años de estar por ahí tropezando, le dijo: "Mira, yo le envié la foto a tu novio porque yo me acuesto con él..." Sintió como se le desgarraba el alma al decir estas palabras, al desenmascarar al hombre que más pasión había traído a su vida. Desde el momento que comenzó a hablar se arrepintió pero ya no había vuelta atrás. Betzaida se quedó impávida, también mirándola a los ojos. No tuvo reacción más allá de un parpadear constante y de que su camisa se levantaba por las palpitaciones aceleradas, por toda la adrenalina que le corría por el cuerpo. Leticia también temblaba pero su nerviosismo disminuyó tan pronto terminó su oración. La conversación no duró mucho tiempo, Leticia se disculpó con Betzaida por haberle causado tanto dolor, se disculpó por ser ella quien le confesara todo: "A pesar de tu actitud, sé cómo te sientes porque a mí también me lo hicieron, a mí también me traicionaron". Betzaida intentaba decir cosas pero sus pensamientos estaban desorganizados. No se esperaba lo que Leticia le dijo, la tomó por sorpresa. Le creyó a Nelson, tanto que se atrevió a confrontar a Leticia con la certidumbre de que estaba defendiendo lo que le correspondía, por todo el sacrificio y dedicación que le había puesto a la relación. Betzaida siguió intentando decir cosas pero casi todo lo que salía de su boca era incoherente. Leticia sentía tanto dolor por ella, sabía claramente lo que pasaba, sabía cómo se sentía, volvió a disculparse y le dijo que no tenía nada más que decir: "No es necesario que digas nada más, ya has dicho suficiente", dijo Betzaida, se viró y salió torpemente de la cantina.

Leticia también estaba destruida. Comenzó a temblar nuevamente, no podía creer lo que había hecho. No podía creer lo que le había pasado, a su edad. Se levantó y salió de allí. Grecia, la esposa de Cuso, había presenciado todo y le había sorprendido la situación y aún más, la ecuanimidad de aquella mujer, la tranquilidad de sus palabras y la compasión que le tuvo a la chica.

Se encerró por varias semanas, no habló con nadie. Salía muy temprano, sólo a trabajar y se encerraba cuando llegaba. Lloró, lloró y lloró, rezó con devoción y pidió perdón. Sabía que le había destruido la vida a esa muchacha y también sabía que nunca más volvería a estar con El Bambi. Había cerrado con broche de oro ese capítulo en su vida: "Tremendo cierre que le di a esta historia, yo que me quejaba de que dejaba mis historias inconclusas. Ahora, me fui al extremo. Te botaste Leti, cerraste capítulo como nunca antes. Nunca vas a saber de él, te va a odiar por lo que le reste de vida", y lloró y siguió llorando hasta que se le acabaron las lágrimas, hasta que se le limpió el alma de tanto dolor.

Una tarde decidió salir a caminar, luego se metió en la cantina y allí se encontró a la esposa de Cuso: "Te debo dinero del otro día que me fui sin pagar" Grecia le guiñó un ojo y le dijo: "Mija no te preocupes si tú eres de la casa". Leticia le puso dinero a la vellonera, pidió un trago y mientras escuchaba las canciones de La Lupe, Grecia se le acercó y le dijo: "¿Sabes que ella lo botó y lo recogió de nuevo? Por eso es que las mujeres estamos jodías, por no darnos a respetar. Y te digo más, me dijeron que se lo llevó de vacaciones. Ya tú sabes, lo premió por portarse mal. Leticia, todo el mundo por ahí está comentando cosas de ti, pues él se encargó de negarlo todo. Aunque todo el mundo sabía que él se te metía en el apartamento y aquí comentaban que ustedes tenían algo. Te lo digo porque tú sabes como es la gente y me imagino que habrá personas que te dejarán de hablar y que hablen a tus espaldas..."

Mientras Grecia hablaba, al fondo se escuchaba otra canción de La Lupe, que Leticia comenzó a tararear, sin dejar de mirar a Grecia. Leticia sabía muy bien lo que iba a pasar, lo que siempre pasa en situaciones como estas. Sabía que Betzaida prefería perdonarlo a quedarse sin él. Sonrió y volvió a poner la misma canción, La Tirana. Se paró al lado de la vellonera y comenzó a cantarla: "Según tu punto de vista, yo soy la mala, vampiresa en tu novela, la gran tirana. Cada cual en este mundo, cuenta el cuento a su manera, y lo hace ver de otro modo, en la mente de cualquiera. Desencadenas en mí, venenosos comentarios, después de hacerme sufrir, el peor de los calvarios. Según tu punto de vista, yo soy la mala, la que te llevó hasta el alma, la gran tirana. Para mí es indiferente, lo que sigas comentando, si dice la misma gente, que el dia en que te dejé, fui yo quien salió ganando...Según tu punto de vista, yo soy la mala, la que te llevó hasta el alma, la gran tirana. Para mí es indiferente, lo que sigas comentando, si dice la misma gente, que el día en que te dejé, yo fui quien salí ganando, que el día en que te dejé, fui yo quien salió ganando..." Las lágrimas le recorrían el rostro, desconsolada, vivíéndose aquella canción. Recreando en su cabeza toda aquella historia. Grecia la miraba con asombro y tristeza y sabía que el dolor de Leticia tenía dos partes. Lloraba porque ya nunca más podría besar a El Bambi pero también lloraba porque sabía que a Betzaida, le tomaría años recuperarse de todo ese dolor.

Lloraba desconsoladamente cuando comenzó a hablar: "Me dijo que dejara de enviarle fotos a su novio. Precisamente a su novio, al cual me cogía desde hacía tiempo, desde antes que ellos se juntaran. A su novio, que no me dejaba tranquila y al cual confieso que dejaba que me persiguiera porque no ha habido hombre en mi vida que me guste tanto como él . Su novio con el que me encontraba a escondidas. Su novio con el cual me besaba y estrujaba tan pronto ella daba la espalda".  Hablaba con dolor, con desconsuelo, volvió a poner la canción y se le acercó a Grecia: "Cuando empezó con la muchachita, ya teníamos algo y yo me enojé cuando lo vi con ella y me alejé y dejé de hablarle, pero al mes de estar con ella me buscó y me pidió perdón, me dijo que me quería mucho y otro montón de mentiras. Y le creí, yo le creía a ese cabrón. Me costaba trabajo pensar que era mentira lo que decía, pues sonaba sincero, honesto. Comenzamos a saludarnos y él comenzó a llamarme, hasta que en poco tiempo me dijo que él se había dado cuenta de lo mucho que yo le gustaba después que estaba con ella y que no sabía qué hacer. ¿Te puedes imaginar lo qué pensé? Me molesté pero volví a abrirle la puertas, las piernas y el corazón". Miraba fijamente a Grecia y no dejaba de llorar: "Yo no lo sabía, me enteré después, pero ahí ya se estaba mudando con ella. ¿Puedes creer tanta falsedad y mentira? Me enteré después que ya nos habíamos acostado y que me tenía enchulá. Dime tú si no es un sicópata hijoeputa, perverso, embustero."

Volvió a sentarse, se tomó el trago de un sorbo, pidió otro y continuó hablando, sentada frente a Grecia, quien la escuchaba con atención: "Es un tipo planificado, monstruoso. Se dedicó a estudiarnos, la estudió a ella y también a mí, sabía cómo íbamos a reaccionar. Pero yo también lo estudié a él y lo conocí y lo confundí, yo soy más inteligente que él y él será embustero y cobarde pero yo lo fui conociendo, calladita, esperando el momento de la estocada final y lo tomé por sorpresa y le saqué los dos ojos, los dos y en el proceso también me saqué los míos. No se puede salir ileso de algo así, se salé con heridas que te dejan marcas de por vida para que no te olvides jamás de lo que pasó. La destruí, le destruí la vida a esa chica. ¿Y sabes? Jamás pensé que a mi edad estaría pasando por algo así. Jamás pensé que estaría en una posición como esta."

Leticia sabía que aunque Betzaida lo había perdonado nunca confiaría en él. Sabía que en su desesperación lo sacó del Caserío pensando que ella era el problema: "Grecia la enfermedad no está en la sábana, yo no fui el problema, fui parte de éste. El problema es que nos metimos con una rata, con un tipo sin escrúpulos ni empatía, incapaz de ponerse en el lugar de las demás personas, nos metimos con un cobarde poco hombre. Imagínate si es injusto, que él tampoco la protegió a ella, cuando permitió que viniera a hablar conmigo. Con todo y que yo le advertí que no dejara que ella me hablara..."

Grecia, a sus cincuenta y pico de años, sabía mucho más que Leticia: "Lo que pasa es que las ratas son egoístas y él pensaba que tú estabas tan enamorada de él que lo ibas a proteger, que le ibas a decir a la muchachita que nunca más le enviarías fotos, que entre ustedes no pasó nada y que te perdonara. Pero, ¿sabes qué? si tú lo hubieses protegido, él igual ni te lo agradecía, igual ella te hubiese metido una bofetá y habrías quedado por ahí como una pendeja y él habría seguido detrás de ti, acostándose contigo sin respetarte, por se tan débil y aquí, nadie te respetaria. Por lo menos, después de esto, nadie se va a meter contigo. Nunca, ninguno de estos Tralala, va a intentar joder contigo, porque te diste a respetar. Si ella quiere seguir con él, que siga, dale seis meses y verás como vuelve a sus andanzas. Los ratas nunca se arrepienten, no les da miedo nada,. Pero ¿sabes?, siempre hay uno más listo que una rata, y sí, a los tipos como él siempre les llega su día. Ojalá ni tú, ni yo, ni la pobre de Betzaida, tengamos que presenciarlo. Para decirte más y para que te tranquilices y entiendas que hiciste lo correcto quiero que sepas que él veía otras mujeres además de ti. Eso lo comentaban por ahí. Así que no te sientas mal por haberlo desenmascarado. Cuso me mata si sabe que yo te estoy contando esto, pero que se joda, tú me caes bien y no te mereces sufrir por un cabrón de esa calaña. Hacía tiempo que no pasaba algo así por aquí. Hacía tiempo que una mujer no ponía a un tipo en su sitio. Hacía tiempo que no nos dábamos a respetar y tú lo hiciste por todas nosotras. Gracias Leticia, gracias por reivindicarnos. Ojalá que algún día Betzaida se de cuenta de que le hiciste un favor. Ojalá algún día pueda salir de aquí y conseguirse a un hombre que valga la pena". Esa tarde Leticia regresó a su apartamento, tan triste como en las últimas semanas pero más tranquila y reconciliada con todo lo que había pasado.

Dos meses después Betzaida y Nelson regresaron al Caserío. Betzaida anunció que se había casado con El Bambi, con El Rata, como ahora le llamaban y que tenia un mes y medio de embarazo. El Rata, ya casado y con Betzaida preñá podía volver a su andanzas. Un día se tropezó con Leticia pero ni se miraron. Leticia ni se inmutó, lo vio por primera vez como realmente era. Le vio su pelaje aceitoso y grisáceo, le vio la nariz puntiaguda y los dos dientes filosos, vio su cola larga y por primera vez, ya no sintió pena. Se le erizaron los pelos y agradeció al Universo por haberlo sacado de su vida.

Las víctimas de El Bambi, ahora El Rata, no se hicieron esperar. Trató de seducir a Irlanda, la hermana menor de Grecia pero Cuso se le acercó un día y le dijo: "Ninguna de las mujeres con las que te metiste antes tenían un buen hombre que las protegiera, pero Irlanda me tiene a mí, así que si no quieres que te explote la cabeza de un batazo ni te le acerques. Debes considerar irte de este lugar. Ahora entendemos porqué llegaste aquí así, sigiloso, habías hecho algo parecido en otro lugar. Las ratas destruyen todo lo que encuentran a su paso, no distinguen entre lo que sirve y lo que es basura. Tuviste suerte, pues esas mujeres con las que te metiste, son decentes y la pobrecita de Betzaida es demasiado joven para entender que la estás destruyendo". Nelson lo miró con desprecio y volvió a su casa, pensó un poco sobre lo que le dijo Cuso y se mantuvo tranquilo hasta que Betzaida parió. Las aguas habían vuelto a su nivel. Aunque se les escuchaba peleando todos los días. Comenzó a rumorarse, otra vez, que Nelson, El Rata se había metido con una muchacha que trabajaba como mesera en un Centro Comercial. Lo habían visto, montado en el carro de ella, besuqueándose.

Betzaida se sentía sola pero no se quejaba, nunca se quejaba. Para esos días ya casi no lo toleraba, lo insultaba a la menor provocación, pero no lo dejaba. Así comenzaba todo de nuevo, en la historia de nunca acabar. La historia en la que permanecemos hasta que un buen día, la vida nos golpéa con tanta fuerza que no nos deja más opciones que tomar decisiones. Mientras tanto, todo seguía dando vueltas en el mismo lugar:
-"Mira, coge el teléfono, dale"
-"Yo no estoy esperando llamada, cógelo tú"
-"Mano estás cabrón acaba y levántate del jodio sofá ese, no ves que le estoy dando leche al nene. A la verdad que tú no sirves pa'ná. Estás arrrebatao to el puto día, y de paso, te conformas con hacer alguna chiripa por ahí, que sólo te da pa comprar pasto. Maldito sea el día en que me fijé en ti por lindo. Maldito sea el día en que creí tus palabras, tus mentiras. Me cago en la madre mía por no creerle a Leticia, por recogerte de nuevo. Por pendeja, por ignorante porque me dejé preñar y ahora haces menos, eres un mueble. Tú no sirves, cabrón. Eres un RATA..."


Mara

3 comentarios:

  1. Me encanto la historia Lola suena muy real. Muy buen ejemplo el de Leticia de que nos demos respetar para que el proximo que se quiera meter con una sepa que a joder no viene.

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  2. Hola!

    Me gustó mucho esta historia, especialmente en donde hablas de la solidaridad entre los géneros de un mismo sexo y las diferencias. Además pienso que cada cual debe ser solidario no tan sólo con los de su género, debemos serlo con la verdad. Como Leticia, que se enfrentó a todo, hasta a ella misma, a sus sentimientos, a sus miedos y a muchas otras cosas, pero logró su auto liberación, se liberó de su propia cárcel, en la que ella misma se había encerrado.

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  3. No puedo incluir mi comentario en el blog, pero te lo envio:

    "Capaz de poder expresar los sentimientos del personaje de Leticia fue tu mejor logro.

    El rompimiento del silencio y complicidad social de los personajes secundarios ante el Rata apoyan a mostrarlo como es. Ojala otras lectoras puedan aprender de los personajes de Leticia y Betzaida."

    Trata de incluirlo pq yo no tengo cuenta para poder entrarlo.

    Ciao, Lorna
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